¡Monumental atasco!
- T+
- T-
Guillermo Tagle
El miércoles 19 de diciembre, Santiago sufrió un atasco monumental. Probablemente, el mayor atasco ocurrido en la historia de la ciudad. Una combinación desafortunada de factores, tales como lluvia y viento en pleno diciembre (semáforos cortados), ceremonias de fin de año en la mayoría de los colegios y la proximidad de la Navidad. Las historias del día después han sido de toda índole; desde el pasajero de un taxi que tuvo que pagar $ 28 mil por avanzar un par de kilómetros y estar tres horas dentro de un taxi (del cual se resistía a bajar por no enfrentar la lluvia), alumnos que no llegaron a recibir sus informes finales, eventos que se debieron suspender o postergar y hasta demandas colectivas por los efectos de todo esto en el recital de Madonna.
Lo ocurrido en nuestra ciudad, ha sido una señal de alarma. Un llamado de atención de lo que, sin vuelta atrás, está por venir. La actividad económica está creciendo sobre 5% anual, el mercado laboral está en niveles casi de pleno empleo, vamos a terminar el año con una inflación inferior al 2%, el peso se sigue apreciando y convirtiéndose en una de las monedas fuertes del mundo emergente. Todo esto son puras buenas noticias, todas razones para alegrarnos y celebrar por los tiempos expectantes que vive una país próximo a alcanzar el desarrollo.
El lado “oscuro” de esta positiva y noble realidad, es que a Chile ingresan más de 300 mil autos nuevos al año, que en el último año se transaron (entre nuevos y usados) aproximadamente 1,2 millones de autos. Si suponemos que en general, se cambia o se compra un auto cuando la gente está mejor, podemos concluir que 1,2 millones de personas en Chile, sintieron durante el último año el “placer” de renovar (o adquirir por primera vez) un auto. Todo esto ocurre en circunstancias en que durante los últimos seis años, no ha habido inversiones significativas en infraestructura vial. Lo más anecdótico ocurrido en esta materia fue la inauguración del Transantiago, que si bien está empezando a funcionar mejor, ha impuesto un costo gigante a la gestión del Estado y ha espantado a muchos de ser usuarios de los medios de transporte público.
Según estadísticas del INE, al cierre de 2011 existían en Chile 3,6 millones de vehículos, (2,84 vehículos por cada 10 habitantes). La Región Metropolitana concentra 41,4% del total de vehículos en circulación en Chile. Tomando las tasas de crecimiento recientes, el total de vehículos en Chile se multiplicará por dos, antes de 2020. Es decir, si todo sigue bien en la economía, a 2020 además de haber alcanzado un ingreso per cápita de país desarrollado, tendremos el riesgo de que nuestra calidad de vida se vea significativamente deteriorada, por cuanto enfrentemos episodios como el colapso vial de la semana pasada, como algo habitual en las horas “punta”.
Obviamente, nadie quiere que, consecuencia de ser un país desarrollado, tengamos que pasar más de tres horas al día “atrapados” en el interior de un medio de transporte. Muchos hablan de burbuja inmobiliaria, de que los precios de los inmuebles están subiendo más de lo normal. El análisis detallado que pocos hacen, es que los precios suben muy fuerte, en zonas particulares, de mayor concentración de factores tales como acceso a lugares de trabajo y colegios, que reducen estructuralmente la necesidad de transporte de sus habitantes.
El diagnóstico bastante obvio, que nos puso de frente el Atasco Monumental, hace imperativo emprender todo tipo de decisiones en materias de inversiones y políticas públicas relativas al transporte. En lo inmediato, aprobar ya las obras de desarrollo vial como Américo Vespucio Oriente, multiplicar seriamente el desarrollo de ciclovías, incentivar y promover el uso de bicicletas en todas las zonas en que sea posible. Continuar con las obras de mejoramiento de Transantiago, expandir las líneas de Metro, desincentivar el uso del automóvil, son todas tareas urgentes de emprender.
Afortunadamente, es probable que sigamos teniendo un buen desempeño en lo macroeconómico. Pero tenemos que evitar por cualquier vía, hacernos habituales de situaciones de colapso vial como el de la semana pasada. Para ello se necesita altura de miras, dejar de lado cálculos políticos de corto plazo, y mirar al futuro con verdadera preocupación por la calidad de vida de las generaciones que vendrán. Tenemos que trabajar hoy, para que en 10, 15 ó 20 años más, nuestros hijos puedan disfrutar de una ciudad digna, limpia, segura y acogedora.